domingo, 20 de abril de 2025

COLUMNA DE OPINIÓN. 7. SERENDIPIA DOMINICAL 2. TIEMPO PARA AMAR

 COLUMNA DE OPINIÓN. SERENDIPIA DOMINICAL 2

7. TIEMPO PARA AMAR



El tiempo que podemos dedicar a la familia, a los amigos, a vivir experiencias enriquecedoras, al ocio, a disfrutar, determina en gran medida el devenir de nuestras vidas. Según mi humilde opinión, la felicidad consiste en eso, en poder dedicar tiempo a las personas y a las cosas que nos enriquecen.

Según la Real Academia Española, el tiempo es “la magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro, y cuya unidad en el sistema internacional es el segundo”. El tiempo es también “el espacio de tiempo disponible para la realización de algo”, en este caso, me gustaría opinar sobre el tiempo que disponemos para amar.

En nuestra sociedad actual se suele medir el éxito de una persona según el poder que ejerce, su fama o según su nivel económico o posesiones. Pienso que esa forma de medir el éxito en la vida es incorrecta. A una persona así, lo primero que le preguntaría es cuánto tiempo puede dedicar a sus seres queridos, si está feliz con su familia y amigos. Si tiene muchas cosas materiales, pero no puede disfrutar de ellas o no tiene con quién compartirlas, para qué le sirven.

Hace años que yo no deseo regalos materiales, prefiero experiencias: ir a comer a un restaurante de montaña después de una mañana de excursión, una escapada de fin de semana con la pareja, una casa rural en familia, una salida con amigos… Descubrí que eso es lo que me hace verdaderamente feliz. Si necesito algo, por ejemplo, de ropa o para el piso, me lo compro yo. Tampoco suelo gastar mucho en esas cosas, tan solo lo estrictamente necesario. Desde mi punto de vista el dinero es para gastarlo en lo que te haga feliz.

A mi alrededor observo que las personas carecen de tiempo para dedicarlo a su familia. Muchos niños tienen que pasar las tardes haciendo innumerables actividades extraescolares porque sus progenitores trabajan y no pueden ocuparse de ellos. La inmensa mayoría no disponen de tiempo para jugar, para pasarlo con su familia o para aburrirse, que tampoco es algo tan malo, ya que fomenta la reflexión y la creatividad.

Otros, más afortunados, pasan las tardes con sus abuelos y abuelas, aunque no lo considero justo para ellos. Una cosa es que unos abuelos decidan pasar la tarde con sus nietos porque les apetece y otra muy distinta que tengan que ser sus eternos canguros. Los abuelos son mayores, ya han actuado como padres, suelen cansarse o tener problemas de salud y no es de recibo que el peso del cuidado de los niños recaiga sobre ellos. Los abuelos también tienen vida propia, tienen derecho a tener sus aficiones, a seguir viviendo su vida a su manera.

El problema de la conciliación familiar no es exclusivo de mi país, España, sino que se da en muchos otros países. La conciliación familiar es la búsqueda de un equilibrio entre las responsabilidades y compromisos que una persona asume tanto en su vida personal como en su entorno de trabajo. Opino que se debería modificar la organización laboral para permitir que las familias puedan estar debidamente atendidas. No hablemos ya del tiempo que deberíamos tener para poder dedicarlo al cuidado de las personas enfermas o dependientes. El cuidado de las personas dependientes es un auténtico problema en nuestra sociedad actual.

Existen muchas medidas que pueden favorecer la tan ansiada conciliación familiar, desde un horario flexible hasta el trabajo a distancia o teletrabajo.

Otras medidas son las licencias de paternidad o maternidad remuneradas, las vacaciones flexibles, el trabajo compartido o los cambios de turno, los días libres acumulativos… Para mí una medida universal y que favorecería a todos los trabajadores sería la reducción de la jornada laboral. Si se estudiara bien, considero que sería una medida viable y sostenible.

Se da el caso de parejas jóvenes que ven prácticamente imposible pensar en tener un hijo. En muchos países es muy difícil conseguir una vivienda, tanto de alquiler como de compra. Los precios de las viviendas están por las nubes y los salarios no están en consonancia con lo que se tiene que pagar para poder disponer de un techo bajo el que cobijarse. Eso, sumado al poco tiempo que queda después de las obligaciones laborales, hace que la natalidad disminuya y la población envejezca.

Los beneficios de una buena conciliación familiar son múltiples y van desde una mejora de vida, reducción del estrés, mejora en la salud y el bienestar, hasta una mejora del rendimiento en el trabajo, gracias a un aumento del compromiso y una mayor satisfacción laboral.

Me gustaría proponeros un reto. Apuntad en un papel las horas de la semana que dedicáis a la familia y amigos. Comparadlas con las horas que dedicáis al trabajo o a otras obligaciones. Os aseguro que el resultado os puede parecer sorprendente.

Pensemos que nuestro tiempo de vida es finito. Formamos parte de un ciclo vital que, un buen día, llegará a su fin. No es justo que desperdiciemos nuestro preciado tiempo porque el sistema en el que vivimos nos aboque a ello.

Nuestra vida es hoy, así que, para empezar, intentemos organizar nuestro día a día de forma más justa y útil. Y lo digo yo, que me dedico a escribir, entre otras muchas cosas, y a menudo me siento culpable por no dedicar más tiempo a mis seres queridos. La escritura es lo que tiene, que te absorbe y exprime tu tiempo. Aunque tengo la suerte de tener una familia que me comprende y me excusa cada vez que me ve inmersa en mi tiempo de creatividad literaria.

El tiempo que dedico a escribir es enriquecedor para mí y tengo la esperanza de que también pueda serlo para las personas que dedican parte de su valiosísimo tiempo a leer lo que escribo. Compartir ideas, experiencias, historias y sentimientos es algo muy importante, al menos, desde mi punto de vista. Lo que escribimos quedará cuando nosotros ya nos hayamos ido, al igual que el amor que transmitimos a nuestras personas cercanas y al resto de seres vivos que nos rodean.

Uno de nuestros propósitos debería ser el de aumentar nuestro tiempo de calidad. El tiempo de calidad es aquel que pasamos con nuestros seres queridos, ya sean hijos, pareja, familiares o amigos, sin ninguna interrupción.

Es decir, son momentos en los que la atención puesta el uno en el otro es recíproca e intensa. Al contrario que el tiempo ordinario, el de calidad no se pierde, sino que se invierte. Invirtamos mejor nuestro tiempo, siempre, claro está, dentro de nuestras posibilidades.

La vida está formada por recuerdos del pasado, experiencias del presente y planes de futuro. En nuestro futuro más cercano se encuentran las maravillosas fiestas navideñas. Aprovechémoslas para dedicar más tiempo a nuestros familiares y amigos, disfrutemos de su compañía. Dediquémonos a cocinar con amor, a festejar unidos en torno a la mesa, a cantar villancicos y reír sin parar.

Recordemos con cariño a los que ya no están con nosotros, disfrutemos de los pequeños de la casa y recuperemos a nuestro niño interior. Intentemos ser más optimistas y soñemos en un mejor futuro compartido. Hagamos que la magia de la Navidad se extienda al resto del año. Eso es lo que nos vamos a llevar de este mundo, el amor que nos dan y el amor que profesamos. Valoremos esos mágicos momentos, porque el tiempo, ese tiempo para amar y compartir, no se puede recuperar y no es eterno.

Tiempo, tiempo para amar es lo que debemos buscar sin rendirnos, porque el tiempo pasa y no regresa. No perdamos la oportunidad de mejorar nuestras vidas, conseguir aumentar ese tiempo de calidad, esos momentos felices, y cuando los estemos viviendo, no dejemos de valorarlos y darnos cuenta de lo afortunados que somos.

Me gustaría, ya para acabar, desearos a todos unas muy felices fiestas navideñas en compañía de vuestros seres queridos. Y no olvidéis incorporar en vuestros propósitos de fin de año, el de organizar mejor vuestro tiempo para poder destinarlo a las cosas que realmente importan, vuestra familia, amigos y las experiencias vitales que os llenan y os hacen felices.

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