jueves, 24 de abril de 2025

COLUMNA DE OPINIÓN 19. SERENDIPIA DOMINICAL 13. CONOCER LA HISTORIA PARA NO REPETIRLA.

 COLUMNA DE OPINIÓN 19.

SERENDIPIA DOMINICAL 13. CONOCER LA HISTORIA PARA NO REPETIRLA



La expresión ‘Quienes no pueden recordar su historia, están condenados a repetirla’ es un aforismo atribuido al filósofo y escritor español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás, célebremente conocido como George Santayana.

A lo largo de la columna de Serendipia Dominical de esta semana defenderé la importancia de conocer a fondo nuestra historia para evitar cometer los mismos errores.

Desde mi punto de vista, también debemos conocer nuestra historia familiar y saber qué experiencias nos han marcado y nos han hecho ser como somos. Si conocemos bien nuestra personalidad, nuestros puntos fuertes y nuestras debilidades, podremos intentar aprender de nuestros errores y no repetirlos.

La famosa frase “Quién olvida su historia está condenado a repetirla”, da la bienvenida a los visitantes del bloque número 4 del campo de concentración Auschwitz I, uno de los varios centros de tortura y asesinato donde quienes actuaban bajo órdenes del régimen de Adolf Hitler en la Alemania nazi perpetraron los más terribles crímenes contra la humanidad.

El 27 de enero de 1945 fue liberado el mayor campo de concentración nazi, el de Auschwitz-Birkenau, en lo que hoy es Polonia, por las tropas soviéticas. Desde su apertura, en mayo de 1940, en ese centro, custodiado por la SS alemana, fueron asesinadas cerca de 2,5 millones de personas, en su mayoría, judíos, pero también prisioneros de guerra soviéticos, disidentes del régimen, personas discapacitadas, homosexuales y romaníes. En total, los nazis asesinaron a al menos seis millones de personas.

No deberíamos haber olvidado lo que ocurrió entonces, para no volver a repetirlo, aunque si nos fijamos, por ejemplo, en la guerra de Gaza, no parece que hayamos aprendido demasiado de nuestros errores pasados. Es más, el hecho de que no hayamos dejado de utilizar la violencia y las guerras para intentar solventar nuestros problemas, no dice nada bueno sobre la especie humana. Siempre he pensado que estamos descompensados, avanzamos mucho tecnológicamente, pero no a nivel de valores.

Mucha gente se escuda diciendo que el ser humano posee maldad en su interior y que es imposible que mejoremos. Llamadme ilusa, pero yo lo veo de otra forma diferente. Concuerdo más con la ideología subyacente tras la conocida fábula del pueblo indio cherokee, la del lobo bueno y el lobo malo. El lobo bueno es la alegría, la generosidad y el malo son la rabia, la ira o la tristeza. Si alimentamos nuestro lado bueno, acabará dominando al malo sin duda, y viceversa. Podemos alimentar al malo en un principio, pero una vez que lo hemos sentido, y ya sabemos la manera en que nos hace daño, hay que trabajar por alimentar el bueno, para que los días buenos ocupen más sitio en nuestra mente y en nuestra vida.

Por tanto, ya no tenemos excusa y depende de nosotros. Tenemos el poder de alimentar a nuestro lobo bueno y evolucionar como especie a nivel de actitud y valores. Podemos mejorar nuestra forma de actuar. No estamos irremediablemente abocados al fracaso. La esperanza es lo último que se pierde.

Cuando alguien no reconoce un error o sí lo hace, pero piensa que no tiene solución, solo le queda esperar a que llegue el desastre. No debemos ser pesimistas. Todo tiene solución excepto la muerte.

A continuación, analizaremos el significado de la frase del inicio de la columna de esta semana, tomando como referencia las ideas de algunos pensadores brillantes.

“Dicen que la historia se repite, lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan” —Camille Sée.

Si observamos la historia de los pueblos y la propia humanidad, encontramos errores que se repiten de forma constante. No puedo dejar de recomendaros dos libros magníficos para disfrutar y aprender sobre el tema.

El primero es Humanos, Una breve historia de cómo la hemos pifiado, de Tom Phillips. Los humanos contemporáneos han recorrido un largo camino en sus setenta mil años de paso por la tierra. Arte, ciencia, cultura, comercio: en la cadena evolutiva somos verdaderos ganadores. Pero lo cierto es que no siempre ha sido un viaje fácil y, a veces, muy puntualmente, hemos llegado a pifiarla de verdad.

Uniendo historia, ciencia, política y cultura pop, Humanos nos ofrece una exploración panorámica de la humanidad en todo su esplendor (es decir en todas sus pifias) y nos revela cómo incluso los errores más mundanos cambiaron el curso de la civilización como la conocemos. Desde Lucy, nuestro primer antepasado, que se cayó de un árbol, se rompió un brazo y murió, pasando por el emperador chino Zhengde, que almacenó pólvora en su palacio antes de un festival de linternas o por el ejército austriaco, que se atacó a sí mismo en una noche de borrachera. El libro también hace un repaso de los peores líderes políticos de la historia, así como un resumen de la incapacidad de la raza humana para prever el futuro.

Humanos es un compendio único, divertido, irónico y lleno de ideas brillantes que ofrece una nueva perspectiva de la historia de la humanidad llena de interés y, claro está, de humor.

El segundo libro que os recomiendo leer encarecidamente es Sapiens. De animales a dioses: Breve historia de la humanidad, de Yuval Noah Harari. Bestseller internacional con más de 23 millones de ejemplares vendidos. Traducido a 65 idiomas. Número 1 en la lista de The New York Times. Recomendado por Barack Obama, Bill Gates y Mark Zuckerberg.

De la mano de uno de los historiadores más interesantes de la actualidad, he aquí la fascinante interpretación de Yuval Noah Harari sobre la historia de la humanidad. Este libro explora las formas en que la biología y la historia nos han definido y han mejorado nuestra comprensión de lo que significa ser «humano».

Hace 70.000 años al menos seis especies de humanos habitaban la Tierra. Hoy solo queda una, la nuestra: Homo sapiens. ¿Cómo logró imponerse en la lucha por la existencia? ¿Por qué nuestros ancestros recolectores se unieron para crear ciudades y reinos? ¿Cómo llegamos a creer en dioses, en naciones o en los derechos humanos; a confiar en el dinero, en los libros o en las leyes? ¿Cómo acabamos sometidos a la burocracia, a los horarios y al consumismo? ¿Y cómo será el mundo en los milenios venideros?

En Sapiens, Yuval Noah Harari traza una breve historia de la humanidad, desde los primeros humanos que caminaron sobre la Tierra hasta los radicales y a veces devastadores avances de las tres grandes revoluciones que nuestra especie ha protagonizado: la cognitiva, la agrícola y la científica. A partir de hallazgos de disciplinas tan diversas como la biología, la antropología o la economía, Harari explora cómo las grandes corrientes de la historia han modelado nuestra sociedad, los animales y las plantas que nos rodean e incluso nuestras personalidades. Se trata de un libro audaz, ambicioso y provocador, que cuestiona todo lo que creíamos saber sobre el ser humano: nuestros orígenes, nuestras ideas, nuestras acciones, nuestro poder y nuestro futuro.

También encontramos las fuertes crisis económicas que asolan nuestro mundo capitalista desde hace decenas de años. Tras el temible Crack del 29, en el que millones de personas se arruinaron por culpa de la especulación y la ambición sin límite, hemos repetido el mismo error en 2008. Y no parece que vaya a ser el último, según los expertos.

En el ámbito europeo, muchos han sido quienes trataron de gobernar todo el viejo continente. Alejandro Magno viajó por toda Asia para anexionar un buen número de territorios. Otros como el Imperio Romano, Napoleón Bonaparte e incluso el dictador Adolf Hitler lo intentaron sin éxito.

¿Por qué sucede esto? ¿Qué hay en la psique del ser humano que parece llevarle una y otra vez a tropezar en la misma piedra y repetir errores pese a conocer su futilidad? ¿Hay una explicación racional?

La explicación a la falta de memoria histórica del ser humano no es sencilla, pero muchos personajes han tratado el tema. Ya siglos atrás, el mismo Confucio tejió una historia con moraleja sobre el tema. Tras encontrarse con una mujer que lloraba desconsoladamente porque su familia había sido asesinada por un tigre en ese mismo lugar, todos se sorprendieron de que ella permaneciera allí. Sin embargo, nada le importaba, pues el sentido de su vida había desaparecido. No obstante, Confucio les hizo una curiosa observación a sus seguidores. Les dijo que un gobernante tirano siempre sería peor que cualquier tigre devorador de hombres.

Después de miles de años, los tiranos siguen existiendo en buena parte del mundo. ¿Cómo puede suceder algo así? Según Freud, hay dos motivos principales. Por un lado estipula la energía de la vida, por otro, la energía de la muerte.

En este caso, Freud habla de la pulsión de la vida o eros, y la pulsión de la muerte o tanatos. El eros se resume en nuestro instinto de autoconservación. El alimento, el sueño, etc. entrarían dentro de este apartado. Sin embargo, el tanatos nos lleva a la búsqueda del placer sublime, lugar donde no existen preocupaciones, angustia o dolor. Este estado solo se consigue con la muerte, por lo que de forma inconsciente tenderíamos a la repetición compulsiva de errores en la búsqueda del bienestar absoluto.

En esta misma línea de pensamiento encontramos al psiquiatra J.D. Nasio, quien en su obra ahonda en las enseñanzas de Freud a raíz de la pulsión de la vida y la de la muerte. Según Nasio, cada ser humano posee un inconsciente que le mueve como fuerza de la vida, lo que le llevaría a repetir comportamientos felices.

Pero también existe la pulsión de la muerte, lo que hace que los humanos repitamos de forma inconsciente conductas que nos llevan al dolor, al fracaso, a la frustración e incluso a recrear neurosis de la infancia. Para Nasio, la repetición de neurosis infantiles provoca un “goce” que nos lleva a repetir conductas que en realidad son dolorosas. Estas emociones fuertes que no se anclan en la conciencia se aíslan en el subconsciente esperando la mejor ocasión para salir.

Autores como el famoso Paul Preston inciden en la importancia del estudio de la historia. Ésta parece una forma adecuada de que un pueblo no repita constantemente los mismos errores. Ahora bien, ¿qué sucede cuando observamos que esta tendencia podría ser natural en el cerebro humano?

“Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”—Aldous Huxley.

Llegados a este punto, y sin voluntad de ser derrotista, si estudiamos las señales que se gestan a nuestro alrededor no podemos ser demasiado halagüeños. Me gustaría explicar un poco más esta afirmación y concretar algunas de las cosas que me hacen temer un futuro complicado. Vayamos a ello:

● Muchos países en los que la ultraderecha está llegando al poder: Aquí no me voy a extender, pues no me gusta opinar ni de religión ni de política. Tan solo afirmo un hecho, sin otorgarle connotaciones positivas o negativas.

● Guerras que pueden llegar a implicar a otros países y ampliar su radio de acción, como la de Palestina-Israel o la de Ucrania-Rusia.

● Guerra de aranceles comerciales. Poderoso caballero Don Dinero. Cuando el poder económico corre peligro, puede suceder cualquier cosa.

● Ampliación de los presupuestos de defensa y compra de armamento.

● La Comisión Europea (CE), con Ursula Von der Leyen al frente, ha propuesto que los hogares europeos almacenen suministros esenciales para al menos 72 horas ante una posible crisis, en el marco de una nueva estrategia de preparación para afrontar amenazas como desastres naturales, pandemias, ciberataques o incluso una guerra.

● Aumento del número de libros, películas y series relacionadas con el tema de la guerra. Puede ser una forma de preparar nuestras mentes ideada por los poderes que nos gobiernan. Todo es posible.

● Incremento del número de noticias sobre guerras, ejércitos y armamento y el tiempo que se dedica en los medios de comunicación y en las redes para hablar del tema.

● Cambio climático con consecuencias nefastas en el planeta, desastres naturales que generarán migraciones masivas. Esto se sumará al aumento de desplazados y refugiados provocado por las guerras.

● Posibles pandemias de gran alcance como la que ya vivimos de la Covid-19.

● Posibilidad, cada vez mayor, de la aparición de un colapso social. Aquí me gustaría introducir el concepto de tasa de retorno energético. Thomas Homer-Dixon ha sugerido recientemente que el colapso social ocurre como resultado de una reducción de la tasa de retorno energético (TRE), o la medida de la cantidad de energía necesaria para asegurar una fuente de energía. El colapso social aparece siempre y cuando la TRE alcanza el 1:1. Si cae por debajo del 1:1, quienes intentan explotar las fuentes de energía pueden no tener suficiente energía como para mantenerse a sí mismos, con lo que aparecen las hambrunas. Son necesarios valores de la TRE mayores que 1 para suministrar suficiente energía para las tareas socialmente importantes tales como la construcción de edificaciones, el mantenimiento de infraestructuras, y el mantenimiento de la élite social de la cual depende la sociedad. La figura de la TRE también determina el factor entre un número de personas involucradas en la extracción de energía comparada con la población total. Por ejemplo en el mundo premoderno, a menudo ocurría que el 80% de la población estaba empleada en la agricultura para alimentar a una población del 100%. En tiempos modernos, el uso de combustibles fósiles con una TRE excesivamente alta ha posibilitado a un 100% de la población estar empleada con solo un 4% de la población empleada en agricultura. Los retornos decrecientes de una TRE insostenible, llevan a un colapso social, según propone Homer Dixon.

● Crisis económica, pobreza y desempleo.

● Discriminación de diversos tipos: de género, religiosa, por apariencia física, laboral, por edad, racismo…

● Condiciones sociales injustas. Cada vez existen más desigualdades entre la población, aumenta el número de personas pobres y desaparece la clase media.

● Problemas de salud y de cuidado de nuestras personas mayores o dependientes.

● Aumento de las enfermedades de salud mental. La gran epidemia del siglo XXI se llama salud mental. Aquí me gustaría plantear una posible causa de este problema en concreto. Opino que el problema está causado por nuestra incorrecta e insana forma de vida. El modelo neoliberal impuesto en la sociedad en palabras de B. Chul Han hace que la sociedad del siglo XXI ya no sea disciplinaria, sino una sociedad de rendimiento donde no hay tiempo para el aburrimiento ni la tranquilidad. Este exceso de rendimiento provoca una importante infelicidad en los individuos, los cuales son dueños y soberanos de sí mismos, víctimas y verdugos al mismo tiempo. Un buen ejemplo es el teletrabajo donde las personas están más horas trabajando que las establecidas Así pues, según B. Chul Han y otros pensadores, el origen de este exceso de enfermedades psíquicas es el modelo social impuesto donde hay un exceso de hiperactividad y escasas políticas sociales que ayuden a contrarrestarlo.

● Ilegalidad, impunidad y corrupción en el caso de las personas que nos gobiernan.

● Delincuencia, ya que aumenta el número de delincuentes y delitos graves en la mayoría de los países que nos rodean.

● Drogodependencias en aumento. Por poner un ejemplo, me gustaría comentar el caso del fentanilo. De los opioides sintéticos, el fentanilo es, después de la oxicodona, el otro opioide que se ha relacionado con muertes por sobredosis en los últimos años. Alrededor de 86.900 personas murieron en el período de 12 meses que finalizó el 30 de septiembre de 2024, a un ritmo de 237 muertes diarias . Esto equivale a 25,6 muertes por cada 100.000 habitantes de EE. UU.

● Problemas de acceso a la vivienda en la mayoría de los países. Es interesante pensar en los posibles motivos de esta escasez de viviendas y el aumento de los precios, tanto de compra como de alquiler. Insuficiente oferta de vivienda asequible, viviendas vacías y especulación inmobiliaria, aumento de los costes de construcción, dificultades de acceso a la financiación, falta de vivienda pública. Las consecuencias son la exclusión residencial, el retraso en la emancipación de los jóvenes, impacto negativo en la salud mental y la desigualdad económica y territorial.

Dejaré aquí la lista de desgracias, porque como ya sabéis los que me habéis leído un poquito antes, me considero una persona optimista. Mi intención no es deprimirnos, ni mucho menos, pero como he dicho antes, si no se detectan los problemas y se afrontan de forma realista es imposible solucionarlos.

Se oyen voces acerca de la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial y eso debería hacer que permanecieramos alerta. Obviamente, debemos evitarlo por todos los medios posibles.

¿Hay alguna forma de evitar repetir constantemente los mismos errores? Es evidente que no solo radica en conocer la historia. También debemos saber cómo somos. Cada individuo es único y por tanto un mundo por descubrir.

Así pues, mi conclusión es que debemos conocer nuestra historia y conocernos bien a nosotros mismos, de forma individual y como colectivo social. Debemos creer en la posibilidad de mejorar como especie y avanzar todos juntos en este sentido.

Me gustaría que de aquí a unos años, alguien leyera esta columna y sonriera pensando que estos buenos deseos se han conseguido llevar a buen puerto, que hemos mejorado de forma individual y colectiva y hemos aprendido a convivir y a respetarnos, a no valorar las riquezas o el poder por encima de todo. Todo está por hacer y todo es posible. Nos vemos el próximo domingo, amigos. Sed felices.

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