jueves, 24 de abril de 2025

COLUMNA DE OPINIÓN 12. SERENDIPIA DOMINICAL 6. INMUNES

 COLUMNA DE OPINIÓN 12.

SERENDIPIA DOMINICAL 6. INMUNES



Inmunes al dolor ajeno, acostumbrados a ser el público que observa su sufrimiento, desde lejos, cómodamente sentados en nuestro sofá.

Aprendimos a decir las palabras adecuadas en cada momento, estudiado discurso, maravillosamente aprendido, políticamente correcto, para descargar nuestras conciencias y seguir adelante con nuestras vidas, como si nada hubiésemos visto, ajenos a la realidad que nos rodea. 

Nada podemos hacer, eso nos han hecho creer y, sinceramente, es más cómodo y sencillo creerlo.

Nos bombardean con noticias a todas horas. Las vemos, por ejemplo, en la televisión o en Internet. Duras imágenes de personas heridas, muertas, de ciudades destruidas por las bombas, de mujeres esclavizadas y sin libertad, de violencia de género, de delincuencia, de insultos y discursos de odio. Siempre buscando culpables a los problemas que nos acechan, culpables, en lugar de soluciones.

A fuerza de verlo, nos acostumbramos. Nos imaginamos que es una historia, de esas que aparecen en las películas o en las novelas que nos gusta leer. Pero no, no lo es, es la realidad. La realidad que se distorsiona en nuestra mente. Blanqueamos lo que vemos, como una forma de protegernos, de seguir viviendo en nuestra urna de cristal, en nuestro paraíso artificial aislado del resto del mundo. Eso queremos, al menos, pero no es posible. No podemos aislarnos del resto de la humanidad, no podemos hacer que deje de dolernos el sufrimiento ajeno. No deberíamos inmunizarnos, debemos impedir que nuestro corazón se congele y deje de sentir.

Los medios maquillan la realidad, la decoran, la exageran o nos explican lo que sucede solo desde un punto de vista, el que interesa a quien da la noticia, a quien paga los anuncios de la cadena. Las noticias se falsean o se inventan y no pasa nada. La gente sigue mintiendo, alterando la información para que se ajuste a unos ciertos intereses políticos o económicos. Es tan sencillo hacer creer al pueblo que su opinión es suya, aunque sea fruto de un estudiado sistema de manipulación social. ¿Nuestras opiniones son nuestras? ¿Creemos lo que nos hacen creer? ¿Estamos constantemente manipulados?

Todas estas preguntas me recuerdan a las técnicas de marketing o a la colocación de los productos en las grandes superficies. Todo tiene una razón de ser, un motivo, una justificación. Todo se hace con un fin, en este caso concreto, que los potenciales compradores compren más, consuman más, para así generar una mayor ganancia para los que venden los productos. 

Cada uno que opine lo que quiera. Desde mi punto de vista, nos manipulan ya hace tiempo y de muy diversas maneras, sin que seamos conscientes de ello. Somos esclavos del sistema que nosotros mismos hemos creado y que seguimos alimentando porque no conocemos uno mejor, tememos cambiarlo o, simplemente, nos da pereza hacerlo. 

Nos hemos acomodado y acostumbrado a contemplar las desgracias ajenas y respondemos agradeciendo el no tener que padecerlas, al menos, de momento. Nos sentimos afortunados y damos gracias. No nos importa ser meras piezas de un gran rompecabezas sin posibilidad de cambiar nuestro lugar en el montaje final. 

Somos obedientes, maleables, trabajadores, responsables e inmunes. Justo lo que el sistema pretende que seamos, simples peones de un gran juego en el que jamás podremos decidir nuestros propios movimientos, aunque creamos que somos libres y que decidimos por nosotros mismos. Falsa sensación de libertad, nulo poder real de decisión. 

Es común en nuestra sociedad intentar evitar, como sea, el dolor y la tristeza. Quizás sea esa una de las razones que hacen que las personas se vuelvan inmunes a las desgracias del mundo, igual que un médico cirujano debe acostumbrarse a la muerte, para no entrar en depresión severa.

Opino que es un error evitar el dolor o la tristeza, y no soy la única. 

Me gustaría dejaros aquí algunas frases célebres de personamucho más interesantes que yo.

—Las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres. Miguel de Cervantes. 

— Mi desolación empieza a crear una mejor vida. William Shakespeare. 

— Nunca pensé que en la felicidad hubiera tanta tristeza. Mario Benedetti. 

— Cuidado con la tristeza, es un vicio. Gustave Flaubert. 

— Ningún lugar es más triste que una cama vacía. Gabriel García Márquez. 

— Una persona puede sentirse sola, aun cuando mucha gente la quiera. Anna Frank. 

— La vida es tristeza, supérala. Teresa de Calcuta. 

En conclusión, estimados lectores, sentir dolor o tristeza es humano y forma parte de nuestro proceso vital. No dejemos que nuestro corazón se congele, no nos mostremos insensibles o inmunes al dolor de nuestros semejantes, no nos dejemos arrastrar por un sistema artificial y enrevesado que pretende manipularnos sin que seamos conscientes de ello. Mostrémonos empáticos, tomemos nuestras propias decisiones, unámonos para mejorar el mundo. Somos capaces, podemos hacerlo. No somos simples piezas que otros mueven a su antojo. Podemos ser libres si nos lo proponemos. 

Todo está por hacer y todo es posible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario